miércoles, 11 de julio de 2007

La estupidez no tiene precio

Tratando como a criminales a los asistentes del preestreno de la última de Harry Potter
Por David Bravo

Las grandes productoras cinematográficas, que están demostrando temer y despreciar a sus clientes, han conseguido que esté más controlada la entrada a un preestreno que a un avión. La excusa de la piratería justifica el maltrato. Mientras en los aviones te avisan de que no debes activar tu teléfono móvil en pleno vuelo por tu propia seguridad y la de los demás pasajeros, en los preestrenos cinematográficos de las grandes compañías no les basta con la advertencia y te los quitan directamente.

Cuando a Francisco, que me cuenta su historia por correo, le dieron aquellas entradas para el preestreno de la última de Harry Potter, supuso que sería algo sencillo. Pero cuando llegó al cine dispuesto a pasar el rato, se topó con una señora, contratada por la empresa, sonriente y vestida para la ocasión, que le entregó dos documentos y una bolsa.

El primer documento era propaganda firmada por WARNER BROS en la que se le relataban al "estimado espectador" las terribles consecuencias de la piratería. Teniendo en cuenta que el segundo párrafo de la carta se inicia con un "No es fácil para nosotros dar este paso" ya se imaginarán que no se trataba de, simplemente, dar una opinión sobre el estado de la cuestión, sino de justificar lo que iba a venir después y por lo que parecían pedir perdón por adelantado. Si reparamos en que Warner BROS ha producido películas como "Catwoman" y que jamás ha sentido la necesidad de disculparse por ello, entenderemos que esta carta era señal de que iba a montar una gorda. Lo que van a hacer, aseguran, es proteger "la "propiedad intelectual y el derecho al trabajo" de las personas que hacen posible una película. Los motivos son dignos de alabanza. Está bien que se expliquen de antemano porque siempre está el típico conspiranoico que piensa que WARNER, esa famosa ONG, lo hace por pasta.

En el segundo documento, que algunos recibieron con anterioridad junto con las entradas, te explican las razones por las que te están pidiendo perdón. Según el contenido del mismo, no podrás entrar en la sala con teléfonos móviles, cámaras o cualquier otro aparato de filmación. Tendrás que dejar esos objetos en una bolsa, que también te entregan. Si te pillan dentro de la sala con alguno de estos objetos "le serán retirados y será acompañado fuera de la sala". La pregunta pertinente a esto último sería: ¿ambas cosas sucederán? ¿Me lo retiran y me expulsan? Es decir, ¿me quedo sin el aparato? ¿Es una especie de penalización por haber sido travieso? ¿O quieren decir (aunque no es lo que dicen) que nos expulsan a ambos, a mi y al arma criminal que llevo conmigo, pero sin separarnos?

Finalmente, y por si no tenías ya suficiente miedo, te avisan de que "la proyección será controlada en todo momento por personal de seguridad con gafas de infrarrojos".

La mucha gente que allí había empezó a meterse las manos en los bolsillos y a sacar toda clase de cacharros para dejarlos en las bolsas. Algunos alegaban que necesitaban el móvil porque estaban de guardia en el trabajo, pero se les indicaba con una sonrisa que "el móvil, a la bolsa". Unos adolescentes, de esos que mandan muchos SMS y que reivindican que las vocales en castellano no sirven para nada, decían preferir la muerte antes que desprenderse de su móvil pero, finalmente, terminaron por claudicar como todos los allí presentes. La rebelión juvenil fue neutralizada.

A cambio de la bolsa llena te daban un papel con un número para que pudieras recoger a la salida tus pertenencias. Ni que decir tiene que lo que se dejaba en las bolsas no se inventariaba previamente ni nada semejante.

Por último, la prueba final: el arco detector de metales. A uno de los asistentes le delataba continuamente el pitido del detector. Tuvo que pasar varias veces bajo el arco y, justo cuando estaba a punto de desnudarse por completo, descubrieron que se trataba de su ventolín. Estos asmáticos siempre la están liando donde quiera que van. Poco después, Michael Scofield, que se había pasado de listo, intentó entrar con un iPod y lo pillaron allí mismo enviándolo inmediatamente a una cárcel panameña.

No todos tuvieron que pasar por el mismo calvario. Según cuentan, algunos asistentes VIP como Patricia Gaztañaga (la del Diario de Patricia), pudo entrar con su móvil, a pesar de que, viendo los escrúpulos que demuestra en su programa, ella es la que debería haber tenido más vigilancia.

Tras los incidentes, los asistentes disfrutaron de la película aunque más de uno tenía la cabeza puesta en una bolsa de plástico que había intercambiado por un número y que no sabía si volvería a ver. Pero aunque esas personas, que pensaban que podrían sisarle el móvil, desconfiaban de algunos empleados de WARNER, ninguno consiguió hacerles pasar bajo un detector de metales.

Fuente: http://www.filmica.com/david_bravo/archivos/006168.html

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